"La idea de lo urbano” Felipe Ocaña

LA IDEA DE LO URBANO

En medio de la multitud de propuestas, es la urbe el caleidoscopio perfecto para tratar de encontrar ya no respuestas pero si posibilidades para explorar canales de expresión en el terreno de las artes plásticas que evidencien este tiempo y el venidero.
En un concepto generalizado lo urbano remite en lo social a la integración coherente del individuo con el otro, produciendo en la alteralidad de circunstancias una armonía regulada y resuelta por las normas y leyes que la misma sociedad crea.
“La urbanidad no se opone a la “ruralidad” sino a la “incivilidad” tan frecuente en una sociedad que debe hacer cohabitar en un espacio restringido a una gran diversidad de formas de vida y cultura… …La urbanidad significa, ante todo, la benevolencia hacia las formas de vida y de relacionarse con los demás.”

En este sentido los actos de apropiación del espacio público redundan en manifestaciones que distan en el enfoque común como agresiones al sistema de vida establecido, lo cual evidencia una doble moral por el que no acepta estos actos (estéticos o no) aún cuando esta afectación no es de primer orden o directo a su patrimonio y/o persona, ¿por qué la afectación social en cuanto a la intervención no institucionalizada? ¿evidencia la fractura invisible que perméa las relaciones sociales y el uso de los espacios compartidos? ¿Y si finalmente no es más que el grito contundente que aún la obra pública puede ser más disfuncional y cosmética? Vivimos un profundo vacío cargado de significados con fecha de caducidad al reverso, a mayor libertad y posibilidades de elección la cadena se antoja más pesada, a mayor información más desidia por enterarse realmente de el acontecer real.

Hoy cualquier elemento puede formar parte de las artes plásticas, la banalidad, lo insignificante o trivial se ha instaurado en la fila de lo común en el diario ir y venir; vivir en la incertidumbre de saber que podemos ser protagonistas de algún sisma que fracture lo cotidiano es parte del salto al vacío que representa vivir hoy, mientras al fin del día suspiramos con cierto alivio al saber que esa desgracia prometida le ha tocado a otro.

Vértigo y suspenso; somos los herederos de ideales y conceptos que sólo los medios autorizados (y no) nos incrustan y moldean a distintos niveles sueños que no nos pertenecen, la inercia de hace 40 años hoy necesita finalmente detenerse y a su vez es necesario un ejercicio de reconciliación con uno mismo.

“La urgencia en el alba del siglo XXI no es acelerar sino detenerse… … pensar el límite y recordar tomar en cuenta a la fragilidad como una constante… … El verdadero rebelde se cultiva en silencio”

La carrera desaforada por las vanguardias finalmente se vislumbra obsoleta, el nihilismo se instaura no como una posición autodestructiva y apocalíptica sino como esa oportunidad de reconciliación en una postura de “tiempo muerto” , donde cada segundo se antoja susceptible de análisis más allá del tiempo mismo; no obstante resulta paradójico que la ciudad ofrece sólo alternativas para agilizar el tiempo (siempre con resultados opuestos).

“Todo nuestro entorno urbano y tecnológico (parking subterráneo, galerías comerciales, autopistas, rascacielos, desaparición de plazas públicas en las ciudades , aviones, coches, etc.) está dispuesto para acelerar la circulación de los individuos, impedir el enraizamiento, y en consecuencia pulverizar la sociabilidad… … el paisaje limpiado por la velocidad.”

El fenómeno migratorio del campo a la ciudad a revolucionado aún más este fenómeno de aceleración urbana en todos los sentidos; nuevos grupos sociales con identidades y costumbres disímbolas de pronto cohabitan un espacio común que a su vez muta en híbridos que reclaman a su vez un nombre propio; actitudes, códigos de lenguaje, modos de ser y vestir, estilos de vida y expectativas a futuro (muchas veces sin futuro) creando mixturas ajenas a cualquier periodo histórico inmediato, para el caos no hay pronósticos ni estadísticas, una alternativa inmediata es la visión totalitaria no de los fenómenos sino de “La problemática” como un movimiento generalizado de tonos y colores (literal y conceptualmente), donde para tal efecto lo más coherente es la desaceleración en todos los sentidos.

“Para aquel que vive el drama de arrancarse de sus estructuras tradicionales de identificación, una nueva identidad es posible; nuestra identidad es simplemente nuestra historia mezclada con otras; por un lado, lo que recibimos; por el otro, nuestra obra. Sólo aceptan parecerse y juntarse los que aceptan relativizar sus diferencias.”

El trabajo de Alexander Apóstol es revelador en el sentido conceptual sobre que ha sido la ciudad en el contexto inmediato, que ofrece realmente y que expectativas de futuro promisorio garantiza en cuanto a la oferta espacial caracterizada por sus “monolitos urbanos” inoperantes, desfasados o en abandono total y/o parcial. Sin ceder a la comprometida tentación de definirse como artista político, emplea dicho concepto para definir por medio de su trabajo (a manera de registro fotográfico y en video) los instrumentos de poder que manipulan, crean y modifican la ciudad y nuestro modo de hacer uso de ella, espacios y volúmenes plagados de intenciones veladas, pero con imagen pública de progreso y desarrollo con los medios de comunicación de por medio; imágenes cotidianas de la urbe que ocultan discretamente intenciones llenas de ambición, poder, machismo, prepotencia, megalomanía; la modernidad como un gastado discurso que aún funciona en Latinoamérica.

Ahí en la siempre cotidiana y permanentemente mutable urbe es donde el campo de cultivo del arte ofrece tierras aparentemente desérticas para abonar no a diez ni veinte años sino quizá más; en la supresión analítica del tiempo por parte del artista es como se puede vislumbrar lo fundamental en el arte.

Desacralizar la pintura mediante la pintura, hacerla tan evidente que deje de ser; en gran formato pierde su aura mística y explora áreas incrustadas más allá de la simple contemplación, hacer partícipe al ciudadano común en actividades estéticas que no le interesan y al mediatizarlas por medio de la acción la nulifica y la afirma, instalar componentes aleatorios en áreas no “diseñadas” para tal efecto o que la función instaurada sea alterada física y conceptualmente recontextualiza al espacio como una dimensión mutable a cualquier posibilidad (finalmente así es como sucede)
La nulidad como efecto catalizador de acciones; El tiempo como elemento maleable y no determinante.

La problemática que enfrenta el terreno del arte en cuanto a legitimidad o validez no encuentra eco en el arte mismo, el quehacer artístico no necesita los avales de tradición para validarse (críticos, museos o galerías), la responsabilidad de autentificación hoy por hoy está en manos de los propios artistas, aunque esto amenace con la nulidad automática del mismo en términos de definición al hablar de negación en los formatos sociales hasta ahora concebidos, siendo que el concepto nihilista ya se mencionó como esa oportunidad de tabla rasa para concebir nuevas facetas estéticas.

“…la humanidad sólo plantea los problemas es capaz de resolver ella misma, y así, en una observación atenta se descubrirá que el propio problema sólo surge cuando las condiciones para resolverlo ya existían, o estaba al menos, en vías de manifestarse.”

Tiempo de Contradicciones y paradojas, nulidad del individuo en medio de su masa social como medio de afirmación personal, desmitificar la producción artística dentro de los cánones de lo que se concibe como “obra artística”. El todo se vale se constituyó como el telón que prepara el escenario para detener el flujo desaforado de propuestas que hoy revientan el tacómetro sobrerevolucionado de “consumo artístico inmediato”.

“Del mismo modo que no se juzga al individuo por la idea que se forma él de sí mismo, no se podrá juzgar una época de transformación por su conciencia de sí, es preciso, al contrario expresar esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto que existe entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción.”

En este sentido se pueden establecer las siguientes posturas acerca del trabajo artístico en un plano particular:

-Desaceleración por medio de la nulidad como efecto catalizador de acciones.
-Anular las acciones con el tiempo como efecto maleable y no determinante.
-Mutar la operabilidad funcional definida de los espacios urbanos.
-Cuestionar en los vectores de movilidad urbana los factores que determinan las acciones y el uso establecido.
-Usar los monumentos a la “modernidad” como materia de manipulación estética.

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