LUGARES QUE NO EXISTEN MIENTRAS NO PASA NADA por Felipe Ocaña

LUGARES QUE NO EXISTEN MIENTRAS NO PASA NADA



Tiempo volátil en estas tristes ciudades de piernas largas y andar corto. Cuando la desaceleración del momento actual se manifieste, probablemente estemos tan anestesiados del flujo informático que nos arrastra hoy que quizá nadie se entere, o probablemente a nadie le interese, o peor si la resaca solo revela el vacío que siempre hemos negado y tratado de no ver frente a frente.
El sistema improvisado que se generó poco a poco y orquestó los movimientos y procesos de hacer la cosas en este país y gran parte del mundo, trajo consigo un círculo vicioso donde pocos artistas a través de sus propuestas pudieron atinar a ver algo de luz a través del grueso muro que se levanto para la sociedad en general, por primera vez en la historia de la humanidad, el ser humano comparte información instantánea en casi todo el mundo, leyes, derechos y obligaciones, se encuentran en niveles de estandarización como nunca antes en la historia escrita del hombre a nivel global creando un espejismo de bienestar que algunas veces se salpica de realidades crudas cotidianas que merced de los monitores de información se antojan ajenos y forman parte del eterno show business donde el ciudadano común espera tener su oportunidad de inmortalización en un cuadro color pastel.

El conformismo estético tiende a ser una constante en el trabajo plástico.
Nunca antes la población artística fue tan numerosa, nunca antes la producción en el terreno de las artes se recargó de propuestas tan variadas y tan versátiles; las líneas entre categorías, estilos, disciplinas se esfumaron y dejaron el terreno abierto para el “todo se vale”, así, un ejército de vedettes del arte hicieron su aparición triunfal en un terreno donde ya no había galardones y colocaron la cereza en el pastel de la confusión sobre lo que debería ser el trabajo artístico; ¿Es aún la ironía, el sarcasmo, y el doble sentido una estrategia de denuncia plástica? ¿quién esta dispuesto a entenderlo? ¿Es el arte aún un poderoso instrumento de despertar conciencia social?, es mas factible si dicho trabajo se acompaña de honestidad, y esto representa un compromiso primero del artista consigo mismo y después con el medio donde trabaja; medios de comunicación con la promesa de fama express han desdoblado propuestas de índole personal en escenarios para el lucimiento “icónico” e idolatrable, y es que las tentaciones sociales en función de lo que se supone que se espera respecto al comportamiento laboral del artista son enormes.

El uso del espacio público ofrece oportunidades de desarrollo y experimentación plástica no solo para el artista sino para el público a quien dirige su trabajo, donde ante el fracaso social que representa el museo, la galería y hoy la instancia gubernamental dirigida a administrar la cultura y las artes se puede replantear cuales son las funciones del arte y cuales son sus objetivos validos ante tanta oferta y promoción que fluctúa en miles de dólares y tres centavos.

Época triste y de egos inflados, el artista común cree que su sociedad le ha reservado un lugar especial en el estrado de la gloria, etiquetarse es fácil mientras la memoria sea buena para citar alguna frase impresionante en función de una corriente filosófica, psicológica o demasiado compleja aún para un artista sediento de fama y obtuso de propuestas.

En todo el mundo todos los artistas tienen propuestas, comentarios y críticas fundamentales para darle sentido a sus “complejas formas” de entender y abordar el arte, ahondando superficialmente en terrenos donde la especulación es permitida siempre y cuando la etiqueta de lo artístico selle cualquier idea por descabellada que esta sea.

Desde la década de los sesenta, Daniel Buren atacó los sistemas institucionalizados del arte con su propuesta artística declarando: “Todo arte debe ser reaccionario”, y explorando el espacio exterior, público y/o urbano llevó sus tradicionales bandas blanco y negro a sitios donde tradicionalmente el artista no intuía posibilidades formales de aplicación para sus fines, si bien, Buren uso el espacio público como área de denuncia, en menos de una década, tales propuestas fueron rápidamente asimiladas por público especializado y no en terrenos del arte, y a pesar de su propuesta irónica en un principio, tales franjas terminaron por ser el sello estilístico de Buren cuando en un principio esto era una critica a tal rubro, y ahora en su tercera edad, Buren finalmente, absorbido e institucionalizado por el sistema que criticó mas de treinta años atrás, acepta merced del tiempo biológico implacable su posición dentro de la historia oficial a cuyo flujo es hoy prácticamente imposible eludir.



A pesar de lo vertiginoso de los tiempos actuales, a la “necesidad” imperiosa de cambio constante, a la caducidad de modas y conceptos, es fácil creer que con etapas divididas en décadas podemos resolver la historia generacional de nuestros pueblos, sin embargo, en la perspectiva dimensional de lo que significa hacer arte, una sola década ofrece tentativas de originalidad y cambio pero solo en la superficie, el artista como humano no está exento del flujo generacional impuesto por el medio de comunicación mas poderoso al que tenga acceso o que lo impregne de información conciente o inconscientemente cada día; y es fácil caer en la tentación de considerar propuestas como desfasadas o pasadas de moda, sin embargo, hoy, que la caducidad de ideas y personas que las generan es común, normal y “sano” para las sociedades, no ha hecho mas que generar confusiones desde hace ya tiempo, pues es fácil suponer que cualquier idea vigente por mas de diez años tiende a tornarse peligrosa si forma parte del acervo filosófico de cualquier individuo pensante.

El idealismo de los Muralistas Mexicanos respecto al uso de los espacios de carácter público y los objetivos de Buren distan en cuanto a esencia pero coinciden en cuanto a valor práctico final, en lo que respecta a convertir al público común en usuario del arte, tenga o no educación especializada previa para adentrarse y tratar de entender la propuesta planteada. Gordon Matta-Clark ahondó aún más en este rubro. Usando los espacios (de cualquier índole pública) y replantearlos crudamente cuestionando sus factores de uso y perdurabilidad a una sociedad que ya desde finales de los sesenta se declaraba “practica” ,nihilista, y sumamente indiferente para con su sociedad y consigo misma, incluido el arte por supuesto.
Matta-Clark, exploró desde una sociedad de consumo vacía y estéril lo que puede ser una alternativa social no solo para el arte del futuro sino para el sentido de vida el día de mañana, con las mismas herramientas que el artista idealista trabaja, el las convirtió en realidades practicas de denuncia, empleando el espacio como ente inaprensible pero manipulable, intangible pero alterable, y con dichas herramientas supo plantear ideológicamente su propuesta.


En el seno de una sociedad de consumo consagrada al triunfo personal diseñado por la televisión y los medios de comunicación que dictan los patrones sociales de como y por qué vivir, Matta –Clark hizo del espacio y sus componentes piezas manipulables donde la esencia y los factores de uso tradicionales de cada elemento se desacralizaban en sus manos para dar paso a realidades donde el vacío social y personal se encarnaba crudamente en trozos diseccionados de realidad mostrando la sutil fragmentación a que nos somete nuestra realidad espacial ordinaria y que tantas veces tratamos de ignorar disfrazándola de placeres prácticos y cotidianos. El tiempo, el uso y la función, la pertenencia y sus valores prácticos, el hogar y su aparente protección psicológica, el espacio y sus realidades prácticas e inútiles; todo paso por su análisis en función de una sociedad estereotipo, cansada y gastada de su eterna adolescencia.


Y como eternos púberes, como grupo social intoxicado de la prometida orgía de satisfactores tan anhelada, cabe cuestionar, ¿que sucederá con la resaca de opciones y libertinaje de información, ¿qué individuo está listo para asimilarlo y realmente quiere hacerlo? ¿Qué tan necesario es educar al público para hacerlos entender una propuesta artística? Probablemente en la medida que tal propuesta se destine a un consumo generalizado, y de lo contrario, ¿deja de ser arte? Ante la permeabilización y la acción deliberada de cualquier artista las propuestas se antojan absurdas de una carcajada franca o un bostezo sincero, tristemente no por el hecho de que una institución avalada certifique a una persona como artista significa que sus trabajo sea merecedor de formar parte de la historia del arte, desgraciadamente, universidades e instituciones de todo el mundo se han preocupado mas por engrosar números y estadísticas para demostrar su efectividad social que realmente avalar un profesional de cada ramo, y en todas las profesiones encontramos ejemplos de mediocridad, confusión y pose social por encima de trabajo real y honesto, y el artista está incluido.

Hoy como nunca antes el número de artistas es enorme y como tal, la montaña de propuestas son clones de alguna repetición aburrida y sin sentido, donde la denuncia no encuentra eco pues a nadie le interesa, y donde el grito desafinado no desentona mas que la realidad misma.

Probablemente el idealismo social que tienda a una mejoría generalizada y que es parte del discurso artístico contemporáneo no sea necesario en la medida que ya es parte del flujo nihilista de donde emergió.

El artista ha empleado armas de filósofo sin ser filósofo, herramientas de psicólogo sin entender su propia psique, y fusiles de asalto sin ser guerrillero, en suma, ha pisado terrenos donde la confusión personal se refleja en la confusión de su trabajo y que con sagacidad y la palabras correctas dirigidas a la gente “correcta” cristalizan fuegos fatuos que encumbran ideologías plásticas.

Explorar al arte desde el terreno del arte es un trabajo al que ya casi nadie la interesa porque aparentemente ya todo está dicho... aparentemente. Si hoy hacer arte representacional está desfasado, ¿le interesa a la sociedad futura la opinión de esos críticos muertos en cincuenta años si otra generación admira dicho trabajo? Si el arte de concepto, no representacional o la idea del objeto sobre la forma o cualquier tipo de definición filosófica que devenga de hacer arte funciona en cien años y denuncia o evidencia al ser humano perenne y universal con vicios y virtudes, entonces aquel artista estaba en lo cierto.

Cuando la tecnología rebase definitivamente el potencial humano en cuanto a efectividad y desempeño funcional y laboral en cualquiera de las áreas del conocimiento, el arte se enfrentará a retos inimaginables, hoy hacer gráfica en cuanto a efectividad productiva ya es superada por máquinas y computadoras, la reproducción clásica de pintura y dibujo es un proceso que mecánica y digitalmente supera cualquier expectativa, pero ¿y lo perenne? ¿realmente interesa cuando ni siquiera el ser humano promedio puede superar los cien años? Desde la década de los sesenta vivimos una resaca originada por la psicodélica experiencia de sabernos transitorios mientras el arte con desdén miraba desde arriba y de lado a sus creadores que sacrificados se inmolaban en su honor, así, el artista humanizó el arte en su sentido volátil y mortal, transitorio y modificable, imperfecto como sus creadores.

Desmitificando los conceptos tradicionales del arte tales como, perennidad, patrimonio, memoria colectiva; encontramos a Erwin Wurm a medio camino entre la escultura y el performance; sin ideales clásicos hace uso de su cuerpo y en ocasiones interactúa con el público para crear sus “esculturas” en el espacio inmediato de comunicación haciendo uso de los objetos y el mobiliario del entorno para crear acontecimientos y fracturar lo cotidiano, Obra de tránsito en un espacio con el mismo carácter, donde el público es fundamental para comprender que, uso y función espacial poseen el mismo concepto de determinación como quien lo hace operativo.


La estetización del lugar común, del espacio cotidiano, de la imagen pública y popular, mas que plantear una problemática, resuelve temporalmente áreas del trabajo del artista y le deja un interesante intervalo de tiempo para resolver la problemática fundamental del quehacer artístico hoy: el artista necesita resolver sus problemas de tipo estético - ideológico personal antes que pretender resolverlas para su mundo. Requiere tamizar, filtrar y seleccionar a discreción sus habilidades reales con potencial de desarrollo para producir obras de calidad a futuro. Cuando cualquier usuario común reproduzca y arme presentaciones visuales, auditivas o secuenciales con calidad estética a toda prueba con la funcionalidad práctica de un teléfono celular, entonces, el artista necesitará mas que argumentos contestatarios para defender sus propuestas y ponerles la aureola artística.

Si en cincuenta años gracias a la tecnología, todos “pueden” pintar, esculpir, grabar, componer música, hacer cine, entonces ¿quién necesitará artistas? Hoy ¿quién necesita artistas? El artista hoy si no es oficial, famoso o institucionalizado ¿es una suerte de héroe desconocido que se sacrifica social y económicamente mientras su ingrata sociedad se digna a voltearlo a ver?. No en la medida que el mismo artista desempeñe su trabajo en el marco social que representa ser por encima de cualquier otra cosa, humano, donde su trabajo con carácter universal y crítico le otorga un privilegio que no representa laureles y dadivas sociales sino compromisos.

La pintura graffiti urbana es reveladora en cuanto a la obtusa realidad social que promete fama inmediata e instantánea para cualquiera que la desee, no precisa talento, ni propuesta, solo ganas de poseerla. Reconocerte espacialmente en un medio y que los demás lo hagan es un dulce paliativo que muchos adolecentes (y no tanto) buscan afanosamente en vialidades y espacios públicos. Atestadas de apelativos de carácter individual con notas acentuadas de anglicismos repetitivos, son la representación gráfica perfecta del artista contemporáneo; argumentos de guerrillero, actitudes desenfadadas, poses radicales y contestatarias “totalmente palacio”, desdén por la técnica y los medios, “ despertará” a esta sociedad dormida.

Se pueden apreciar grandes contradicciones por parte de creadores consagrados que cortesía de su fama o de la avanzada edad son dispensadas por su público idólatra, realizar dos murales de carácter monumental para un personaje que criticó acremente al muralismo fue revelador en cuanto a la realidad y debilidades humanas que solo en la experiencia de la cercanía revelan su importancia, el ímpetu de la juventud creadora va de la mano con declaraciones de las cuales podemos arrepentirnos en el futuro, si bien, el muralismo no fue inicio de ruta ni comienzo de un futuro promisorio para el arte nacional, sino que representó un triunfo plástico de carácter mundial, la punta de la pirámide de una búsqueda estética mexicana que se encumbró en tal movimiento artístico y de donde a partir de ahí era necesario trabajar en nuevas propuestas que emanaran (quizá) de dicho movimiento; no fue así, la generación de ruptura le dio la espalda, se criticó, se institucionalizó descaradamente el movimiento y se convirtió en moda oficial para el resto de los Estados del país.

La posibilidad de trabajar corporalmente y de manera integral grandes formatos brinda la posibilidad de elaborar pintura en terrenos del espectacular y del muro público pleno donde la diferencia entre el gran formato digital y la aplicación “humana” de color es notable, la pintura monumental no ha muerto, solo se mantuvo aletargada, cortesía de la institucionalidad deliberada, el encargo público partidista, y la confortable posición del artista complaciente, de manera que retratos colectivos de héroes y situaciones históricas y sociales nacionales impregnaron de alegorías floridas lo que el público común definió como “pintura mural nacional contemporánea”. El uso de espacios públicos para pintura es un terreno virgen en la realidad estética nacional, donde no solo el edificio público es el privilegiado de albergar pintura mural, sino que además, ahora, cualquier área es factible de intervención pictórica, donde sin embargo, cada espacio específico demanda un estudio previo respecto al carácter pictórico que se pretende y es ahí donde existe el riesgo de no obtener resultados satisfactorios, pues el análisis integral no solo de la superficie de trabajo es vital sino los componentes que forman parte del área total, espacios auxiliares, percepciones temporales o permanentes por parte del usuario o publico espectador, paralajes dimensionales, alturas, luz, mobiliario urbano, historia del espacio y su impacto actual y futuro, etc.

Encumbrado por su propio ego, el artista promedio actual no tiene mas visión que la miopía y mas memoria que su alzheimer personal, cuando el artista del futuro debe una vez mas convertirse en un humanista no solo en la tradición de su profesión sino en la práctica real de ésta, el arte del futuro debe voltear a ver de nuevo al hombre y reconocerlo dentro de su medio a través del filtro del artista el cual primero necesita dejar de ser oruga y atreverse a ser un mejor ser humano por encima de cualquier otro, sin ningún tinte peyorativo sino por el compromiso que representa ser el vocero histórico de situaciones y realidades psicosociales que demandan una tendencia a crear mejores grupos sociales y donde la denuncia gastada necesita respuestas y no rabietas adolescentes. Búsqueda estética mas espiritual que hoy se encuentra en estado primitivo, se puede confundir en los nubarrones de mitos gastados o idealistas tendencias sectarias, pero en la práctica sensible y el análisis frío de filosofías propositivas, el artista a futuro debe ser mas espiritual ante la práctica realidad cibernética, más sensible ante la desaforada carrera por crear el organismo digital perfecto, más pensante, analítico, más ser humano.

El grupo Gelitin con su obra “Hase” ofrece una lúdica y reconfortante propuesta para reencontrar al ser humano desde su concepto básico de humildad ante lo que lo sobrepasa; con un juego de ironía y buen humor descarga representacionalmente en su “megaconejo de trapo” pulsiones infantiles que desembocan irremediablemente en sensaciones positivas amplificadas por el contexto que evidentemente remite a la grandiosidad del planeta. Arte humano en liga directa con su mundo.

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